Las plagas de insectos son uno de los agentes externos que más daño pueden causar a las plantas de nuestras viñas. Por este motivo, en las bodegas productoras de vino, y en la nuestra en particular, tratamos de combatirlas de la manera más eficaz, sostenible y respetuosa posible. En Godelia hemos estado realizando durante los últimos días una serie de labores para luchar contra la polilla del racimo de la vid –Lobesia botrana–, por lo que aprovechamos para contaros de primera mano este proceso.
La polilla del racimo es uno de los insectos que más pérdidas ocasiona en los viñedos, siendo su incidencia determinante tanto en la cantidad como en la calidad de la cosecha. Además de los importantes daños directos sobre los frutos que causan las larvas -provocando pérdidas de cosecha y, sobre todo, una disminución en la calidad de las uvas-, las heridas que producen las mismas en las bayas son también un foco de entrada para la podredumbre –Botrytis cinerea–. De ahí que sea de vital importancia su control.
Ciclo biológico de la polilla del racimo
En nuestra zona, el Bierzo, suele haber 3 generaciones de insectos, siendo la segunda y la tercera las que más daños originan.
En lo que a ciclo vital y estaciones del año se refiere, es interesante destacar que la polilla del racimo inverna en forma de crisálida, escondida en el suelo, en hojas caídas, aunque principalmente debajo de la corteza de las cepas. Ya en primavera, al aumentar la temperatura, se produce la emergencia de los individuos adultos de la primera generación. En el Bierzo esto suele ocurrir de mediados a finales de abril.
El vuelo de estos insectos ya mayores, que viven entre los 8 y los 12 días, comienza a la caída de la tarde. En estos pocos días de vida se realiza el acoplamiento entre machos y hembras. Una vez que las hembras han sido fecundadas, éstas ponen los huevos sobre las flores de las cepas. Tras la puesta del huevo se produce la salida de la larva. Esta es la fase en la que la polilla causa daños en los racimos. Las orugas se alimentan de los botones florales. Estas larvas crisalidan –se convierten en crisálidas- y se produce la segunda salida de los adultos, dando lugar a las mariposas de la segunda generación.
De nuevo se produce la puesta, en este caso en las bayas de los racimos, a partir de la cual emergen las larvas de segunda generación, que son más dañinas que las de primera, ya que se alimentan de las bayas, haciendo heridas que van a ser las causantes de la aparición de los daños indirectos, como es la entrada de hongos, tales como el ya mencionado Botrytis cinerea.
Estas larvas de segunda generación darán lugar a los adultos de tercera, los que realizarán daños o no dependiendo del momento fenológico en el que se encuentre la planta.
¿Qué hacemos para combatir la polilla del racimo?
Para controlar la polilla del racimo de la vid, en Godelia utilizamos la técnica de confusión sexual, que es una alternativa sostenible de gestión integrada de plagas.

La técnica se basa en el uso de difusores de feromonas que confunden a los machos, de modo que les impide aparearse con las hembras y, de esta forma, evitamos la puesta de huevos.
Las hembras de polilla producen feromonas sexuales para atraer a los machos y aparearse. Con los difusores, emitimos una cantidad de feromonas suficiente como para confundir al macho, hasta el punto que no es capaz de localizar a la hembras y, por tanto, de este modo impedimos la evolución de la plaga. Para ello colocamos todos los años los difusores, antes de que se inicie el primer vuelo de los adultos, bordeando toda la parcela. Los difusores emiten las feromonas al caer la tarde, que es, como ya adelantábamos, cuando suelen volar los adultos.

Además de los difusores, también hemos instalado recientemente unos dispositivos que nos permiten controlar a la población y asegurarnos de cuándo y cómo vuelan. De esta forma, nos cercioramos de que la técnica está funcionando correctamente.
Este tipo de actuaciones son fundamentales ya que, gracias a ellas, eliminamos el uso de insecticidas, que, además de atacar a la polilla, también lo hacen sobre otros insectos que son beneficiosos -enemigos naturales- y que queremos que vivan en nuestro viñedo. Igualmente, la técnica empleada no deja ningún tipo de residuo sobre la uva y, lo más importante, mejora la calidad de la cosecha, disminuyendo el riesgo de infecciones de podredumbre.