El vino es cultura, el viñedo es identidad. De un pueblo, de una comarca. En el Bierzo contamos con uno de los mayores tesoros vinícolas de ese llamado viejo mundo. Viñedos centenarios de Mencía que tenemos el deber moral, la obligación, de proteger, de respetar.
En los últimos 15-20 años muchos viticultores han tenido que abandonar viñas por no poder seguir cuidando sus parcelas debido a la avanzada edad del propietario y la falta de nuevas generaciones que quisieran seguir con el trabajo familiar.
Entre las parcelas que trabajamos en Godelia comenzamos este año a recoger ya uva de varios proyectos recuperados y que encontramos tras años de abandono. Cepas viejas en laderas vertiginosas, con rendimientos extremadamente bajos, donde la Mencía se entremezcla sobre suelos minerales con viñas de otras variedades y mira con honestidad, pero en ocasiones con incertidumbre, al presente y al futuro.
Uno de los últimos viñedos que estamos recuperado y en el que llevamos trabajando un tiempo lo encontramos en Corullón, en el Paraje de Peraliña. Menos de un kg de uva por planta, en viñas de más de 100 años que nos hablan de historia, del tiempo, de un territorio con una marcada identidad. Conservar ese patrimonio nos ilusiona al extremo, nos enamora.
Leímos una vez: ‘parece que El Bierzo decidió alejarse del caótico mundo moderno para así poder salvaguardar su riqueza patrimonial’. Nos gusta esto, nadar contracorriente en este mundo globalizado. Trabajar por recuperar viñedos que de otra manera desaparecerían, reivindicando las variedades autóctonas y nuestro patrimonio vinícola. Pero no se trata de hacer únicamente vinos de alta expresión, sino a su vez de trabajar el viñedo para luchar contra el éxodo rural, generar riqueza para un territorio, poner en valor.
Cuando iniciamos en 2009 nuestro proyecto, lo comenzamos por nuestra pasión y amor a la agricultura y por la creación de un legado y una herencia vitivinícola en el Bierzo. Esos son los pasos que nos siguen motivando 12 años después.